Propuesta 15: las manos

.- El cristal está intacto, Enrique, no tiene ni una rajita, míralo, no se mueve, está firmemente sujeto al marco con la masilla. Por aquí no puede haber pasado ni una brizna de aire, te lo aseguro, y alguien ha movido las hojas de papel que hay sobre la mesa, no están donde yo las dejé anoche, cuando me fui a dormir.

.- Pero, ¿quién y para qué iban a cambiarlas de lugar o desordenarlas, por qué te crees tan importante, escribiendo esa extraña novela, encerrada en este cuarto  que huele a moho?

.- No me digas eso, mi novela es buena, muy buena, es la renovación de la literatura fantástica más allá de máquinas inteligentes, seres de otros mundos o comunicaciones suprahumanas. En mi novela las cosas suceden de la manera más cotidiana y, sin embargo, son extraordinarias, y eso es lo fantástico.

.- Ana María, ¡por Dios!, sal de aquí de una vez, estás pálida y ojerosa, tu cabello está pediendo el brillo y tus ojos están cada vez más hundidos, tus dedos solo se mueven para garrapatear esos folios que amontonas cuidadosamente.

.- No puedo salir hasta que no termine la novela, si salgo se evaporará , los personajes se escaparán de las hojas, por eso es tan importante que la ventana esté herméticamente cerrada, por eso las compruebo cada día, y aún así…, no sé…, pero creo que alguien ha entrado mientras yo dormía, alguien se ha introducido en el texto y ha corrido las palabras de sitio, las ha cambiado de lugar y de orden, las frases ya no son las mismas, no suenan igual, y como consecuencia, los personajes no son los mismos. He de ordenarlas de nuevo, de nuevo, de nuevo…

.- Bueno, Ana, déjame leerla de una vez, déjame ayudarte un poco, tranquilízate, yo te ordenaré las hojas y luego nos vamos a dar una vuelta, ¿te parece?. Hay una temperatura agradable ahí fuera, está anocheciendo y pronto la luna iluminará la avenida de las palmeras y se asomará por detrás del cabo para mirarse en el mar. ¿Te acuerdas del mar, Ana María?.

.- No, no recuerdo el mar, ¿qué es el mar?, esa palabra no se pronuncia nunca en mi novela, mis personajes no saben lo que es el mar, ni la noche, ni la luna, ni las avenidas, ni las palmeras, ¿qué son esas palabras, de dónde las has sacado, dónde las has encontrado, Enrique?. Si, ya sé son de otros escritores, de otros libros, y mi novela tiene que ser solo mía, no, no puedo utilizar ni una sola palabra que esté ya contenida en algún otro texto, eso es lo nuevo, eso es lo fantástico, ya te lo dije, es literatura fantástica: situaciones cotidianas contadas con un nuevo lenguaje, otras palabras que ahora no existen.

.- ¡Eso no tiene ningún sentido!, no puedes escribir con palabras nuevas, totalmente nuevas, no comunicarás nada, nadie va a entender a tus personajes, nadie sentirá emoción alguna al leer tus páginas, ¿cómo vas a trasmitir sentimientos, pasiones, gestos, actitudes, movimientos, si no empleas palabras conocidas por todos?. Tu novela no existe, Ana María, ¿no te das cuenta?.

Enrique ha sujetado fuertemente las manos de su mujer que están frías y un poco húmedas, con un tacto fino y escurridizo, como de reptil, y ahora alarga su brazo para tomar el montón de folios que se apilan sobre la mesa. Sus ojos recorren las líneas escritas con tanto cuidado y solo encuentra signos cuyos trazos estilizados no componen ninguna palabra, ninguna sílaba, que ni siquiera responden a los grafismos de las letras de nuestro alfabeto.

Ana María está sonriendo extrañamente mientras susurra: es la vida de cada día, de todos nosotros, la incomprensible vida, ¿no es fantástico?.

Denia, diciembre 2004

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